miércoles, 10 de septiembre de 2008

La Corrupción no es el Problema, Solo es un Síntoma

Como una fiebre, la corrupción nos causa incomodidad, dolor e incapacidad para trabajar. Pero como la fiebre, la corrupción es un síntoma de una enfermedad, y no es la enfermedad. Como la fiebre, la corrupción es la parte visible de la dolencia. ¿Pero si la infección es la causa de la fiebre, cual es la causa de la corrupción?

La corrupción es el síntoma de la centralización de las decisiones de la sociedad en el estado. Cuando los políticos concentran las decisiones económicas de la sociedad con la escusa de que ellos tienes las mejores intenciones y la mayor capacidad de decisión, se crean las tentaciones de desviar grandes cantidades de fondos, que no les pertenecen, para su beneficio personal. Esto se conoce dentro de la administración como el problema de agencia. Este sucede cuando quien administra los bienes no es el dueño total de los mismos. En el estado, este problema se magnifica ya que cada funcionario público solo es dueño, como ciudadano del país, de una fracción microscópica de los bienes que administra.

En teoría, los entes contralores del estado se encargan de alinear los intereses de los administradores con los de los dueños de los bienes: los ciudadanos. Pero esto tiene dos precondiciones fallidas: de nuevo, el problema de agencia y la colectivización de los bienes. Como ciudadanos, cada funcionario contralor es dueño de otra fracción mínima de lo que supervisa, lo cual crea la tentación de colusión con los administradores para aumentar su utilidad de los bienes mas allá de lo que le corresponde como ciudadano. Esta situación es agravada por la colectivización de bienes dentro del estado. Cuando todos son de dueños de un bien, nadie se preocupa por el cuidado del mismo. Cada uno de los usuarios espera que el siguiente se preocupe por el cuidado del bien común. Cada uno de los beneficiarios espera que los demás se sacrifiquen por él.

Todos predican el sacrificio y altruismo por el bien común, y este sacrificio es administrado por los funcionarios públicos. ¿Pero para beneficio de quien? Es aquí que la tentación se convierte en corrupción, desviando los proyectos para el “bien común” por medio de compras directas infladas y licitaciones con bases escritas de tal forma que solo la empresa del amigo se las pueda ganar.
Al concentrar las decisiones económicas en el estado, los funcionarios usan su poder de legislación y regulación para crear barreras de entrada artificiales que protejan los monopolios y oligopolios del estado y de los empresarios amigos, de la competencia de otros empresarios que no tienen las conexiones necesaria para vencer la resistencia burocrática. También crea un blanco perfecto para las extorsiones gremiales que logran beneficios que solo les aplican a ellos.

Si estas observaciones son ciertas, entonces la cura para la corrupción es obvia: la reducción de la función del estado en la sociedad. Si la búsqueda del interés propio es inevitable, ¿Por qué concentrar las decisiones importantes de la sociedad en el estado donde son pocos los agentes que realmente deciden, aun en una democracia? ¿No seria mejor dejar de subestimar a los individuos y permitir que cada uno decida como guiar su vida y sus bienes en transacciones de beneficio mutuo con otros individuos?

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